viernes, 30 de octubre de 2009

Cómo preparar un Caldo de Ranita...

En gustos se rompen géneros…

pero también se destruyen dignidades.


Ingredientes:
- Una ranita viva de preferencia hembra
- Agua (la necesaria a temperatura ambiente)
- Un recipiente resistente al calor.
- Calabacitas tiernas
- Condimentos:
- Sal, pimienta, canela en raja.

Modo de preparar:

Considere que para cocinar la ranita viva se deberán cuidar algunos detalles específicos. Los seres vivos que han de convertirse en un el deleite al paladar, dada su condición de frescura y buen estado, no pueden ser incorporados abruptamente al agua hirviendo; de hacerlo así, podrían suceder dos cosas:

a) que la ranita al contacto con el agua en ebullición responda instintivamente, y haciendo acopio de fuerza y agilidad brinque inmediatamente del recipiente provocando tremendo desastre y tal vez hasta la pérdida del ejemplar; o

b) que en el caso de permanecer en el agua hirviendo, la ranita sufra innecesariamente alterando así el sabor de nuestro caldo de manera desagradable y culposa.

Si usted cuenta con una selección vasta en animales vivos para deleite del paladar, se recomienda no mezclar, por ejemplo, langostas con ranitas, ya que el agua salada no es un medio adecuado para ranitas, consiéntalas y apapáchelas desde que las adquiera hasta que las cocine. De preferencia escoja usted una ranita hembra pues, a diferencia de los machos, su apariencia es más robusta y agradable.

Ahora bien, se sabe que la sangre de las ranitas es fría. Mejor dicho, la temperatura de su sangre es similar a la temperatura ambiente. Gracias a esta característica propia de las ranitas, debemos preparar nuestro caldo de tal forma que no sea una odisea de persecución; que no se vea comprometido el delicioso sabor de la ranita pero tampoco la conciencia de usted por propinarle una serie de palos mientras la persigue o por tener que hundirle un cuchillo estando viva. La tarea será verdaderamente fácil si colocamos a la ranita dentro del recipiente lleno de agua a temperatura ambiente sobre la flama mínima que alcance su hornilla y posteriormente, de forma gradual y lenta, incrementamos hasta alcanzar el punto de ebullición; así el tiempo podrá determinarlo de acuerdo a su gusto por una carne más o menos suave, y puede usted estar segura de que la ranita no sufrirá con esta muerte lenta pues prácticamente no percibirá el aumento del calor. Una vez hirviendo, incorpore las calabacitas tiernas, saltee y condimente al gusto con la rajita de canela. Limón y chilito son buenos complementos.

Por cierto, la presencia de la violencia en nuestras vidas ha seguido un curso increíblemente similar a la elaboración de un buen caldo de ranita. Empieza sutil y difuminada, socialmente aceptada: chistes, burlas, sarcasmo, indiferencia, uso de un lenguaje “moderno y entre cuates”, una mirada inquisitiva, una orden, un pellizco, un empujón, una nalgada... Y de a poco, aumenta: la persona violenta recurre a medios cada vez menos sutiles para producir los efectos necesarios; la víctima de violencia, como la ranita, se acostumbra a lo sublime del inicio y no es consciente de que ha entrado en una relación que también vale decir, incluye acciones que en apariencia no son violentas ni agresivas como escribir lindas cartas llenas de arrepentimiento (chantajes), regalar flores (regalos de culpa), subsanar heridas o moretones con besos o caricias (como agregar calabacitas tiernas para la presentación del caldo de ranita) pero en las que la muerte puede ser, y es en muchos casos, el resultado final.

¡CERO TOLERANCIA A LA VIOLENCIA FÍSICA, PSICOLÓGICA, ECONÓMICA, INTELECTUAL!

lunes, 26 de octubre de 2009

Tu felicidad está en tus manos... ¡Decídete ya!


Justo antes del amanecer la oscuridad parece no llegar a su fin. Sin embargo, la luz aparecerá sutil, casi imperceptible pero inevitable. Puede suceder que las nubes impidan al sol brillar intensamente y que el frío nos invite a no movernos pero, sin importar el clima, sabemos que el sol sigue ahí y todo lo que hacemos para evitar que el mal tiempo interfiera con nuestra rutina, deberíamos aplicarlo también en aquellas situaciones en las que nuestros ánimos se nublan y nos sentimos chiquitas, tristes, inseguras o débiles.

Mucho depende del ánimo con el que nos enfrentamos al mundo. Buscar ser perfectas, además de innecesario, es frecuentemente inútil y nos deja con sentimientos de frustración que son contrarios a lo que deseamos.

Un día nublado se enfrenta preparando nuestra ropa para salir bien abrigadas y no enfermarnos. Sabemos que si no sale el sol pasaremos un día frío y que quizá estemos tristes por su ausencia. En nuestra cotidianidad deberíamos hacer igual. No todos los días son perfectos pero sí podemos prepararnos para aquellos en que las cosas se pongan difíciles; igual que cargamos nuestro paraguas por si llueve o el suéter para que no nos sorprenda el frío de la tarde, también debemos llevar siempre con nosotras la creencia firme de que podremos levantarnos y continuar.

No todos nuestros días serán soleados pero si además de un buen café cada mañana bebemos una taza de amor propio endulzado con terrones de confianza y paciencia, éstos harán del clima más adverso una experiencia para crecer y fortalecernos.

Podemos ser el sol y brillar o, permanecer escondidas tras las nubes. La forma en la que nos pensamos tiene mucho que ver con lo que esperamos de nosotras. Nuestras actividades cotidianas van de la mano con nuestra manera de enfrentar los problemas y las opciones que nos demos para resolverlos.

Si la lluvia del desencanto nos atrapó, busquemos el resguardarnos al cobijo de nuestros amigos. Pidamos consejo, escuchemos las experiencias de los otros y pongamos a prueba nuestra paciencia. Los cambios no suceden por arte de magia.

Encontraremos en el camino de la vida rutas sencillas pero también nos esperan sendas complejas y mal tiempo. Así como tomamos precauciones para cubrirnos del frío, seamos precavidas por si comentemos errores a lo largo de nuestro día. Si olvidamos el suéter del buen ánimo, recurramos a la bufanda del amor propio. No hay varitas mágicas para resolver los problemas. En cambio, contaremos siempre con nuestra capacidad para reponernos, tomar un respiro, evaluar nuestro comportamiento y fijarnos metas que sean alcanzables.

No pensemos en correr si aún no caminamos. El autoconocimiento y la fortaleza se construyen a lo largo de la vida, el empoderamiento no es una meta, es un proceso que nos va a permitir estar mucho mejor con nosotras y con el lugar que ocupamos en nuestro mundo.

No pongas en manos de otros tu dicha o tu infortunio. La única que tiene en sus manos tu felicidad, tu fuerza y tu vida eres tú. No le des a otros la oportunidad de hacerte daño, cada quien es responsable de sí. No hay excepción. Si se trata de buscar el bienestar, encuéntralo en tus gustos, sigue tus ideales y crece tanto como quieras. ¡Brilla para ti todos los días y realiza tus sueños!

viernes, 16 de octubre de 2009

¿Ya empezaste a comunicarte contigo misma? ¡Trabaja en tu autoestima!

La otra forma de vivir -esa que reconocemos en algunas mujeres afortunadas y que por alguna extraña razón pensamos que nosotras no merecemos, que no es real, que sólo le sucede a las suertudas, en pocas palabras, que la pueden tener todas menos tú- empieza a suceder cuando nos valoramos y nos vemos al espejo sin desear que se rompa en mil pedazos. Cuando te permites sentir que cada una de tus faenas es valiosa por que tú las realizaste; cuando decides escucharte para no ir en contra tuya y ya no prestas oído a lo que te duele ni a lo que, desde afuera, otros dicen que quieren cambiar en ti.

Pensemos en todo lo que implican nuestras labores, en lo mucho que les dedicamos a los otros a lo largo del día (y de la noche) y valoremos desde este momento cada acción pues lo más importante que hay en nuestras vidas somos nosotras mismas: sin nosotras nada de eso ocurriría.

Pudiera parecer extraño pero si aún no lo has intentado, ¿qué tal empezar por hablarte y comunicarte contigo? Sí, eso de escucharnos y hablarnos a nosotras mismas no es “cosa de locas”. Se trata de poner mucha atención a lo que nuestra voz interior nos grita y a la que no hacemos mucho caso. Esa voz nos ha dicho en varias ocasiones que algo no está bien, pero generalmente la ignoramos y terminan siendo otros quienes, desde afuera, nos dicen lo que está bien o mal, sin ponerse realmente en nuestros zapatos. El ensayo y el error son la parte emocionante de ponernos a prueba, pero si decidimos hacerle caso a los demás, nos perdemos la oportunidad de saber si teníamos o no la razón y será más fácil encontrarnos sintiendo frustración y enojo.

Pero cuidado, si fallas, tampoco seas demasiado dura contigo: Apapáchate y dedícate los minutos que quieras al día para reflexionar, disfrutar y dejar de lado tus temores, angustias y reclamaciones.

¿Qué tal si empezamos a pensar y a hacer las cosas de manera diferente? Vamos a dejar de comprarnos ideas y malas interpretaciones como eso de que pensar en nosotras mismas es egoísmo; que eso de ver por ti antes que por tus hijos, tus padres, tu pareja, tu jefe o tus amigos es de muy mal gusto o incorrecto. En realidad no es así. Si quieres ayudar, cuidar de alguien, amarlo o hacerlo feliz no podrás lograrlo si no empiezas por ti. Podrás ofrecer mucho más cuando hayas podido darte a ti en primer lugar y no dejarte al último. Imagínate, si no decimos lo que queremos (porque nos da miedo, vergüenza, o por cualquier otra razón), esperando que nos adivinen el pensamiento, los deseos o las necesidades (y entonces será mejor esperar sentadas), si nosotras no nos lo damos ¿por qué otros tendrían que hacerlo?

Colmarte de lo mejor de la vida, de ese amor incondicional y pleno es: la otra forma de vivir.
¡Vamos a Intentarlo!

viernes, 9 de octubre de 2009

El autoconocimiento, un viaje hacia la infancia...

En el camino del empoderamiento, las mujeres que vivimos o hemos vivido la violencia de género, habremos de viajar hacia la infancia y recordar de qué manera cada una nos fuimos relacionando con nuestras figuras más cercanas: los padres. Desde ahí, el AUTOCONOCIMIENTO nos ayudará a entender por qué llegamos a donde estamos.


Presentes o ausentes papá y mamá son los referentes que nos marcan para ser, hoy por hoy, lo que somos: consentidas, demandantes, dependientes, autónomas, seguras ó temerosas en la forma de establecer relaciones con una pareja sentimental.


Si algo de esto te choca ¿será que te checa?


A veces sucede que reconocemos algo que nos disgusta (por ejemplo, que el galán nos deje plantadas para ir al cine), pero no establecemos un límite claro para que no vuelva a suceder y por el contrario, sin darnos cuenta, provocamos que se repita (aunque sea tardísimo hacemos lo posible por verlo olvidando que nosotras queríamos ir al cine).


La indiferencia, la agresión o la sobreprotección, vividas durante la infancia, se repiten en nuestra vida adulta porque son como el molde en el que ya la forma está dada y, sólo lo que coincide con esa forma es lo que experimentamos una y otra vez pues es lo que conocemos. ¿Alguna vez has pensado que más vale alguien malo por conocido…?


A través de nuestras historias nos vamos llenando la cabeza de falsas explicaciones y el corazón de acciones ilógicas que nos mantienen (con alfileres) en relaciones que realmente no deseamos: necesidades de reconocimiento, de afecto, de compañía; la necesidad económica o cualquier otra y, la verdad, es que necesitamos estar muy alertas ante estos “argumentos” (por no decir pretextos) que nos mantienen en esa relación pues en el fondo, y algunas veces sin notarlo, nos hace sentir mal. Las necesidades generalmente se convierten en ganchos que embonan perfecto con la dependencia.


Durante la infancia el temor al abandono se combate con buenos comportamientos, con dar lo que se espera para no sufrir rechazo, con no expresar sentimientos para no provocar enojo o simplemente buscando la forma de agradar para que no te hagan a un lado. ¿Alguna vez te dijeron que calladita, te veías más bonita?


Cuando se ha crecido en un ambiente en el que la responsabilidad por una misma se delega (pues hay que ver primero por los otros), y se compra la idea de que sufrimiento, enojo, impulsividad o cualquier reacción de los demás es consecuencia de lo que tú haces o dejas de hacer, entonces, no es difícil entender que la sumisión promueva el miedo a actuar, a tomar decisiones, a enfrentarse a la vida pues cualquiera de estas acciones, muy probablemente, tendría como fin terminar con la relación que (aparentemente) hasta ahora y para ti, da sentido a tu vida.


La otra forma de vivir es empezar por descubrir tu propia historia, entenderte y amarte tal como eres. Lo que tú no hagas por ti, nadie más lo ha hecho ni lo hará en tu lugar.

jueves, 1 de octubre de 2009

La Otra Forma de Vivir... ¡Bienvenidas a este espacio!

Madres, hermanas, hijas, abuelas, tías, sobrinas, compañeras, trabajadoras, estudiantes, amigas, MUJERES todas:

Hoy abrimos este nuevo espacio para compartir pensamientos, ideas y vivencias entre mujeres. Dirigido a todas nosotras: las que hemos vivido la violencia, y también, para quienes no la hemos sufrido en carne propia pero sí, a través del llanto de nuestra amiga, compañera o hermana; a todas y cada una de las que estamos dispuestas a alzar la voz contra la violencia desde la otra forma de vivir.

Sabemos que existe, la vemos, la vivimos, pero ¿cómo se define la violencia contra las mujeres?

Es cualquier acción u omisión a que se nos somete, “por ser mujeres” y nos causa daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o, incluso, la muerte. Puede suceder en la privacidad de nuestro hogar, frente al empleado de la tienda de la esquina o en la comida del domingo, frente a la familia, lo que la convierte además, en un problema de todos; es decir, en un problema social.

Lo opuesto a la violencia contra las mujeres es lo que llamamos la otra forma de vivir y ésta se puede lograr a través de un proceso mediante el cual seremos capaces de evitar la violencia, detenerla y erradicarla; el proceso se llama Empoderamiento.

Empoderar a una mujer es resignificarla, dignificarla, y devolverle la responsabilidad en sus decisiones y sobre su propia vida. Es desarrollar la fuerza interior que nos ha sido negada, arrebatada o que, simplemente, nunca se nos permitió expresar.

Empoderamiento no significa que ahora seamos más fuertes que los hombres (no vamos a jugar luchitas). Tampoco, que ahora debamos invertir los roles (ellos a la cocina y nosotras a proveer), ni mucho menos se trata de cobrar venganza.

Una mujer empoderada se mira al espejo y encuentra el brillo de una vida digna, de una vida libre de sufrimiento, sumisión o vergüenza; convierte las heridas en cicatrices que le recordarán momentos de su vida pero que también la impulsarán y motivarán a luchar y a levantarse con la frente muy en alto cuando caiga.

Una mujer empoderada no busca venganza, no busca alivio en el dolor del otro. Una mujer empoderada es capaz de darse cuantas oportunidades necesite, y lograr aquello que deseamos todas: otra forma de vivir.

Y ustedes ¿cómo ven, nos empoderamos?

Por hoy, agradezco su atención y espero que éste sea el inicio de un gran movimiento en favor de todas las mujeres que estamos dispuestas a vivir una vida sin violencia.