viernes, 22 de enero de 2010

Estableciendo límites... ¿Por qué me tratan así?


Los límites nos ponen a salvo; nos contienen y nos protegen. Son tan necesarios como las vacunas para no enfermarnos, los barandales para no precipitarnos al vacío o los candados para que nadie nos robe nuestras pertenencias. Sin embargo, ya sea por razones culturales, por la necesidad de quedar bien o porque no nos consideren anticuadas, mala onda y sangronas, permitimos que sean ignorados, pisoteados y rebasados.
Establecer límites quiere decir que tú eres capaz de reconocer aquellas situaciones que te incomodan y que no permitirás que alguien vaya más allá de lo que tú consideras apropiado. Implica que seas la primera que los respeta, los mantiene y los defiende.

Cada persona, de acuerdo a sus propias experiencias, los determina. Esto quiere decir que, para una mujer en la relación que mantiene con su pareja, la malas palabras no son aceptables; por ello, no las utiliza y deja muy claro que tampoco acepta que las utilicen en contra suya pero, también puede ser que para otra, no tengan tanta importancia pero esta misma razón dificulta la claridad en el límite.

Lo que se permite una vez, estará condenado a repetirse muchas otras.

Tú puedes vencer el miedo a las discusiones. Debes estar segura de que puedes defender tu punto de vista, tu idea sobre algo que consideras adecuado o tu convicción para no acceder a las peticiones o exigencias de alguien que se quiere aprovechar de ti. Sé firme y mantente en tu posición, si empiezas a negociar tu bienestar, tu ideología o tu integridad, te arriesgas a perderlas por completo.

Las relaciones con las personas no son sencillas pues cada una ve el mundo desde su propia mirada y no siempre es igual a la nuestra. Es frecuente que algo que nos dicen o nos hace alguien nos incomode o, de plano, nos colme la paciencia pero, no por ello cortaremos nuestra relación con el mundo. Por el contrario, si verdaderamente queremos que nuestras relaciones con los demás mejoren, hay que aprender a defender nuestro espacio.

Una vez que le haces saber a la otra persona que eso que dijo o hizo no te gusta, también debes dejarle claro lo que va a suceder si se repite y, si vuelve a suceder, contra viento y marea, ¡cumple con la consecuencia que habías prometido!

Pongamos un ejemplo. Alfonso llegó una hora tarde para recoger a Susana, no se disculpó y ya no fueron al cine. Sin llanto y sin ganas de venganza, Susana le dice a Alfonso que se siente enojada y triste, no le grita ni lo agrede. Le dice que no está dispuesta a perderse de una película, llegar tarde a una cena o quedarse en casa porque a él se le haga tarde y no tenga la consideración de avisarle con tiempo de su retraso. Así que, -agrega Susana- la próxima vez que vayamos a salir, si no hay una llamada en la que me avises que no podrás llegar a la hora acordada, te esperaré un tiempo razonable pero al cabo de éste, me voy. Alfonso, no cree que Susana sea capaz de cumplir sus advertencias, “Sí, sí. Lo que tú digas”- termina diciendo sin mucho convencimiento-. El siguiente fin de semana, han quedado en que irían a una comida y que Alfonso pasaría por ella a la una de la tarde. Es la una con veinte minutos y Susana, al no tener noticias de Alfonso, ha tomado un taxi y se ha ido a su comida. Alfonso, al llegar a recogerla y no encontrarla, sorprendido por su actitud, llama a Susana a su celular y comienza a reclamarle su poca tolerancia. Susana no entra en discusión y simplemente le repite que ése fue el acuerdo y que ella está cumpliendo con lo que dijo que iba a hacer cuando él no cumpliera con su compromiso.

No sabemos cuál será exactamente la reacción de Alfonso, pero ése es problema de él. Susana ha puesto en claro que no permite ser ignorada. No se castiga a sí misma quedándose sin hacer lo que quería, no entra en discusiones acaloradas ni se pone en el papel de víctima para que Alfonso le pida perdón y le dé besitos para que olvide su falta (hasta que la vuelva a repetir) pues si así lo hubiera hecho, el mensaje para Alfonso habría sido: “no te preocupes tú sigue llegando tarde, al fin que un besito, unas flores o una falsa promesa es suficiente para volver a faltarme al respeto y que te perdone por ello”.

Cuídate a ti misma. Sé la primera en respetarte, valorarte y amarte para que, quien quiera estar a tu lado, lo haga de la misma manera.

A la pregunta: ¿por qué me tratas así? La respuesta puede ser “porque tú te dejas”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario