En muchos países, incluido el nuestro, el papel que juega la mujer en la vida de los hombres es igual al de cualquier objeto. Ya sea por elementos culturales o de educación, prevalece el rol de la mujer al servicio del hombre, de sus hijos o de su casa sin que esta forma de vida pueda etiquetarse como patológica o anormal. Es de origen, un sistema patriarcal y de dominio machista en el que la expresión de la frustración o de la carga emocional agresiva son volcados hacia la mujer como a un objeto. A este comportamiento se pueden agregar los sentimientos de posesión, dominancia y humillación como generadores de agresión.
Pensar que todos los hombres, por el hecho de serlo, ejercerán agresión contra sus parejas es definitivamente un error. También lo es el hecho de pensar que todos los agresores son iguales pues se pueden distinguir diferentes tipos de personalidad cuyas características muestran una mayor probabilidad de desarrollar relaciones destructivas, violentas o patológicas:
Algunos son inseguros, dependientes, conflictivos y ansiosos que controlan mal sus emociones; inestables afectiva y emocionalmente; cuando establecen una relación es con una mujer segura, estable y fuerte psicológicamente que refuerce sus características personales, les de seguridad y de la cual se hacen dependiente desde el punto de vista emocional y afectivo. En esta relación, la mujer puede aceptar su rol, asumiendo la toma de decisiones, el de protectora y el de la fuerte en la relación. En caso contrario, ella puede rechazar la situación al sentirse aislada por el encierro en el que su pareja pretende tenerla; la reacción del maltratador al rechazo es de ansiedad y frustración acosando, coaccionando, persiguiendo y agrediendo físicamente y, con tal de no perderla, pueden incluso llegar a quitarle la vida.
Otro tipo de personalidad es el maltratador extrovertido, poco responsable de su pareja con un estado emocional muy cambiante. Suele reprimirse en su trabajo pero acumula frustraciones que desquita con explosiones de maltrato físicas y/o psicológicas -como aguaceros- y que, al cabo de un rato, pareciera no haber sucedido nada. Si la mujer reacciona y amenaza con dejarlo o incluso denunciarlo, el maltratador pedirá perdón, mostrará arrepentimiento y jurará no volver a comportarse de esa manera lo que promueve la reconciliación. El peligro para ella depende del nivel de agresión de cada momento que, generalmente, irá en aumento.
En otro grupo encontramos al maltratador cuya autoestima es fuerte, exitoso, autosuficiente y muy exigente del comportamiento de los demás que si se relaciona con una mujer sumisa, dependiente y de baja autoestima, establece una relación patológica de humillación y maltrato físico o emocional cuando la mujer no cumple con sus deseos y necesidades. En este caso la víctima no se atreve a denunciar ya sea por incredulidad o por temor a las represalias y suele suceder que el apoyo se encuentre hasta que los hijos sean mayores para llevar a cabo la denuncia o ruptura de la relación.
Podemos describir otro grupo en el cual la relación “estable” se quiebra por el cambio de rol en mujeres que habían permanecido en desventaja y que, ya sea porque han asimilado el cambio o por la adaptación a la evolución social, establecen nuevos límites que no son del mismo modo asimilados por los hombres cuyas costumbres están tan arraigadas a ellos como raíces a la tierra. La emancipación, la respuesta agresiva y el orgullo se establecen con resultados a veces, muy graves.
Debes de tomar en cuenta que si tu pareja además de tener características similares a las anteriores consume alcohol u otras drogas, su impulsividad y el pobre control de sí mismo aumentan y con ello la gravedad de la situación también.
No hagas de tu relación de pareja una relación de miedo o de dependencia. El amor no duele ni amenaza, no sufre, no humilla, no maltrata.
viernes, 15 de enero de 2010
El victimario y el dominio machista
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