viernes, 8 de enero de 2010

Ser Víctima... un dolor contradictorio


Víctima de la violencia, cada mujer que ha padecido esta situación pasa por diferentes vivencias que pueden llegar a ser contradictorias y difíciles de manejar. Por un lado el dolor ocasionado por el daño sufrido y por otro, el amor que siente por su pareja.

Aún frente a esta contradicción que puede erizar el pelo de propios y extraños, en la mayoría de las ocasiones ella regresará al lado de su pareja olvidando lo sucedido, perdonando la agresión y más a menudo de lo que nos gustaría, sintiéndose culpable del episodio. Las víctimas de la violencia doméstica no son solamente las mujeres que la padecen; también sus familias y la gente cercana a ellas pasan por dinámicas difíciles de manejar. Unos viviendo la agresión como propia, respondiendo con injurias y promesas de acabar con aquél que te hizo daño; otros, los menos, poniéndose en tu lugar para tratar de entenderte y ayudarte a salir.

Una víctima de violencia, la mayoría de las veces, no es consciente de serlo y por ello observamos con regularidad que, una vez pasado cierto tiempo la mujer regresa a la situación de vida anterior (como quien no puede superar una adicción aún sabiendo que expone peligrosamente su vida). Se experimenta un fenómeno extraño en el que pareciera que a pesar del dolor, ni las lesiones (visibles o no) ni la frustración son suficientes para mantener distancia y, por el contrario, ganan en ella el temor a no poder enfrentarse sola a la vida, la incapacidad para tomar decisiones, el miedo a quedar sola y la desdicha de no obtener lo que deseaba en principio de esa relación.

Una víctima no decide serlo. Poco a poco la persona se pierde a sí misma y su capacidad de ser individual y autónoma se desvanece. Se desdibuja y es casi propiedad de aquel que la ha hecho suya como si fuese una mercancía. Por ello es indispensable entender que si tú eres o has sido víctima de violencia no eres culpable de ello, que no importan las circunstancias buenas o malas por las que llegaste a esa relación, tú no generaste en tu agresor la decisión de serlo.

Una víctima no solamente lo es de su victimario sino de sí misma. Incluso habiendo superado una mala relación, es necesario enfrentar otras adversidades que no necesariamente se ven frente a frente. Podemos observar, por ejemplo, que al verte vulnerable y necesitada de apoyo mucha gente quiere ayudar bajo argumentos como “déjalo por tu bien”, “debes hacer esto o aquello” o “no vuelvas a decir eso”… pero te siguen diciendo lo que tienes o no que hacer y no se dan cuenta de que esa actitud te puede provocar confusión pues obligándote a tomar decisiones que no son necesariamente las tuyas terminas por sentirte abrumada y confundida. Otro factor a enfrentar puede ser la culpa que no te permite perdonarte y abrir paso a la recuperación encontrando una y otra vez razones que te encadenan en un el lugar de víctima (como si no tuvieras derecho a una vida diferente) tales como el sentimiento de frustración por haber permanecido al lado de alguien que te hacía daño, el de impotencia por no haberle podido ayudar o cualquier otro que alimente sentimientos de minusvalía.

Como la astilla que se ve en el ojo ajeno, reconocer a una víctima de la violencia doméstica es sencillo cuando la vemos en otras mujeres, pero asumirse como tal no. Ello implica reunir la fuerza necesaria para retirar la viga que se carga en la propia vida y que, al menos en principio y apariencia se piensa doloroso, pero que sin duda te llevará hacia la otra forma de vivir

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