Dejar un camino que seguimos sin más cuestionamientos que pensar cuánto tardaremos parece un sueño. En realidad, es una oportunidad que tomamos en nuestras manos y con la que transformamos nuestra vida y la de aquellos que nos rodean.
Cambiar las cosas empieza por imaginar cosas distintas, darles forma poco a poco y procurar pequeños pero firmes pasos para lograr un cambio de rumbo.
Hacer las cosas distintas significa darte la oportunidad de elegir hacia dónde vas y no darle a otros el poder sobre tu vida; es empezar por verte como quieres verte y no como crees que te ven los demás. No puedes vivir tu vida en función de los demás y pretender que ese es tu destino.
Mírate sin juzgarte, sin castigarte, sin regañarte. Mírate y observa que a tu alrededor las cosas se mueven cuando tú te mueves, mírate como generadora de cambios. No te compares con nadie. Tus experiencias, tu dolor o tu alegría son solo tuyos y tú decides si con ellos te anclas o con ellos emprendes una nueva ruta; mírate buscando dentro de ti las respuestas que necesitas. No te traiciones. No vayas en contra tuya aunque esto te haga ir en sentido contrario al de los demás.
Pensarte, mirarte, quererte y cuidar de ti misma no te hacen egoísta. Piensa en ti como la mujer que admiras porque está dispuesta a cambiar y a dejar de lado lo que no te corresponde cambiar. No arrastres aquello que sólo te detiene: recuerdos, pesadillas, ideas negativas pero, sobre todo, no arrastres tu vida: tómala en tus manos y ¡actúa!
Actúa para que tus hijas no repitan historias, para que tus hijos sean hombres distintos porque te ven con valor y te respetan por lo que eres; para que tus acciones se conviertan en modelos y tus palabras en motivación hacia ellos y hacia ti como aliento para cambiar tu rumbo.
lunes, 7 de junio de 2010
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