lunes, 29 de marzo de 2010

Mira al horizonte... ¡Siempre hacia adelante!

Tus manos son la ternura que acaricia al viejo y al recién nacido; tu voz acompaña en la distancia a quienes en su viaje extrañan el hogar y tus ideas son fuente inagotable de creación.


Sembrando en la tierra o en el hogar cosechas futuro, tus manos son el signo más claro de tu esfuerzo, con ellas das realidad a los sueños de muchos. El dolor de los otros jamás te es indiferente, pero eres capaz de ignorar el tuyo y, convertiéndolo en impulso, logras día a día, dar pasos más allá de lo que tú misma eres capaz de imaginar.

No eres la mitad de nadie y no necesitas que alguien te reconozca para sentirte bien, por el contrario, cada noche cuando el silencio y el cansancio se apoderan de tu espacio, todo lo que lograste se queda en las experiencias de todos los que te rodean enriqueciendo su vida.

Tu fuente de inspiración es inagotable cuando buscas en ti misma las respuestas a los retos cotidianos y en tu mirada son otros quienes encuentran el apoyo, el ánimo y la confianza que buscan cuando en ellos decaen.

En la familia, en el trabajo, en la calle y en el campo somos mucho más que una imagen o un esquema, somos cimientos que apoyan estructuras sociales, familiares, institucionales y empresariales; trabajadoras, emprendedoras, líderes, y promotoras, funcionarias; estrategas, fuertes, valientes y decididas, siempre parte fundamental de nuestro entorno y de los cambios que en él generamos. Con nuestras palabras o nuestras acciones el mundo se mueve y el brillo que en él percibamos depende únicamente de nuestra propia mirada.

Con la frente en alto y la mirada orgullosa camina siempre de frente hacia el horizonte; voltea hacia atrás para recordar de dónde vienes pero no permitas nunca que tu camino retorne hacia el dolor o el sufrimiento que hayas dejado atrás. Cuando te das la oportunidad de crecer el pasado es solamente un recuerdo del cual tomas en cuenta los errores para no repetirlos pero nunca te quedes ahí por seguro que parezca. De tu esfuerzo dependes tú y así también, de tu vida eres responsable. ¡Continúa siempre adelante!

Cada paso que das hacia tus metas es parte de la construcción de este mundo que no puede imaginarse sin mujeres produciendo.

lunes, 22 de marzo de 2010

Crece, descúbrete... ¡Florece!

Tú, como una flor, habrás de encontrar el mejor momento (tal vez el menos esperado o el menos pensado) para abrirte ante ti misma y sentirte orgullosa de ser quien eres.


Crecer puede resultar una experiencia dolorosa pero la grandeza que reflejes iluminará tu vida y la de aquellos que te rodean.

Dale a tu vida la oportunidad de no depender de nadie más que de ti misma. Piensa en ti como la mujer que quieres ser. Ubica lo que te hace falta, trabaja por construir cada día un poco más de ese proyecto. Haz del miedo el motor de impulso y no un ancla que te detenga.

Escoge los colores con los que quieres brillar y déjate admirar por los demás: siempre habrá una idea que puedas mejorar, una experiencia que quieras repetir, un ejemplo que puedas seguir.

El mundo no es color de rosa ni perfecto, pero está en ti que aquello que puede nublar tus días no los obscurezca permanentemente. Deja que los recuerdos poco agradables sean sólo eso: recuerdos, no los cargues como lápidas en tu espalda; el tiempo te ayudará a alejarlos pero tu voluntad para no vencerte por lo que has vivido debe ser más poderosa.

Parásitos y gusanitos siempre rondan los más hermosos jardines pero no dejes que tus problemas se conviertan en plagas que terminen con tu belleza interior.

Así como siembras y cuidas un jardín, debes ser responsable de ti, cuidarte y respetarte; poner límites que aseguren tu crecimiento y te cuiden de las amenazas externas; proporcionarte los mejores alimentos para tu alma, tu cuerpo y tu vida.

Florecer es cuestión de tiempo, cuidado y paciencia. Florecerás tanto como te lo permitas y tu vida tomará la forma que tú decidas. Los obstáculos son una opción: tú los retiras o los permites.

viernes, 12 de marzo de 2010

Ser mujer: Evolución

Cuando en el vientre de una madre se está gestando una nueva vida, las ideas preconcebidas acerca de lo que esa criatura llegará a ser son, por supuesto, infinitas.


Es el caso, que una madre no sólo piensa en que tendrá una hija, imagina además, una serie de escenarios e identidades, construyendo desde ese momento un significado específico de ser mujer, que desde su experiencia, sus propios deseos, necesidades y hasta frustraciones le transmitirá a su hija a lo largo de toda la vida.

Crecer es un proceso continuo de transformación; crecer mujer, es además, un proceso que implicará enfrentarse a patrones familiares y culturales que le señalarán, la mayoría de las veces, un determinado camino a seguir.

Los procesos no se detienen y la transformación que implican también llevan, a la nueva mujer, a confrontar estos esquemas con sus propias ideas, necesidades y sueños para así evolucionar generación tras generación.

Tú y yo llevamos en nuestra propia historia las de aquellas mujeres que antes de nosotras sufrieron y gozaron; heredamos su fuerza y tenemos la enorme fortuna de poder cambiar muchas cosas que ellas tal vez no podían siquiera pensar.

Hoy, la conciencia de ser mujer ya no está sostenida fundamentalmente por lo que otros establecen, sino por lo que tú te planteas. Tu límite es tu propia imaginación y tu valor no es el que otros determinan.

Soltar lazos, cambiar patrones o romper esquemas que inmovilizan o frenan, no es un proceso sencillo, pero siempre será mejor arriesgarte a vivir tu propia vida que vivir la que no te pertenece y de la que te arrepientas por no haber intentado la otra forma de vivir.

viernes, 5 de marzo de 2010

Ser Mujer, privilegio y lucha


Nacer mujer es una investidura difícil de describir. Se vive, se siente y a veces se sufre aunque otras muchas también enorgullece.


En los detalles se nos puede ir la vida creando historias a partir de ellos, imaginando, pensando y adivinando. Llevamos, muchas de nosotras, la consigna social, familiar o personal de dar vida y cuidar de los otros y en esa faena se suele perder de vista el cuidado propio.

Hoy transformamos visiones, abrimos caminos que serán más fáciles de transitar para las generaciones de mujeres que vienen tras de nosotras.

La labor no es fácil, más veces de las que quisiéramos reconocer, nos topamos con creencias o costumbres que retrasan nuestros proyectos, pero no por ello nos damos por vencidas.

Somos mucho más que un cuerpo, llevamos la fuerza de miles de mujeres que han dado su vida por conseguir sus sueños, la templanza que el dolor superado deja como aprendizaje, la ternura que mueve montañas, la palabra de alivio que acaricia para sanar y el sudor de la frente como señal de un cansancio que no nos atrevemos a gritar. Todo esto nos hace capaces de defender lo que amamos y de construirnos una identidad propia, una identidad que cada una escoge y matiza.

Nuestra fragilidad es la misma del acero que sostiene puentes, nuestro límite es el del aire, el valor es nuestro y el dolor lo compartimos.

Estamos ahí donde quiera que una mirada busque consuelo, ahí donde una mano necesite apoyo. Somos unos ojos que miran hacia el horizonte y vislumbran un mundo sin violencia, sin discriminación, sin dolores provocados por la ignorancia.

Ser mujer es un privilegio y defenderlo es una lucha que vale la pena mantener frente a cualquiera.

La mujer que sonríe ilumina su entorno y su hogar.