viernes, 18 de diciembre de 2009

Ojo por ojo: Comunicación agresiva


Ojo por ojo y la humanidad quedará ciega.

Gandhi.

El desquite, la venganza o esperar nuestro turno para cobrar “la nuestra”, parecen ser reacciones normales cuando somos víctimas de un ataque, sin importar qué lo provoque, quién nos lo aplique o dónde nos encontremos. Vamos creciendo y viviendo en una sociedad en la que la violencia y la agresión son temas cotidianos; ya no nos espantan ya no alteran nuestra atención. El chisme y la nota roja venden porque de alguna manera nos hacen sentir más afortunados que el otro o la otra a quien sí agredieron, de quien se burlaron o a quien sí mataron.

Cuando se trata de reaccionar podemos hacerle pensar a nuestro atacante que estamos muertas y no movernos para ver si así lo engañamos y se va. También podemos gritar a todo pulmón para que alguien nos venga a salvar o salir corriendo a ponernos a salvo; pero también hay quien responde con la misma intensidad: insulta, golpea, devalúa, ofende y utiliza cualquier recurso igual o semejante al que fue utilizado en contra suya. Reaccionamos tan violentas o más que quien nos agrede porque todos y todas contamos con un instinto primitivo de supervivencia que nos impulsa a reaccionar.

Pero debemos entender que violencia genera violencia. Si me gritan y grito me volverán a gritar y nadie escucha nada. Si respondo con un golpe igual al que recibí, me expongo a recibir uno más fuerte para dejar claro quién manda.

Es una incongruencia ir haciendo por la vida aquellas cosas que les pedimos o deseamos que los demás no nos hagan: “Si le pegas a tu hermano yo te voy a dar a ti para que veas lo que se siente”. “¿Idiota yo?, el burro por delante… tú antes que yo”.

Y puede parecer natural, incluso se fomenta de muchas maneras socialmente aceptadas (chistes, sarcasmo, burlas) responder la agresión como una manera en la que el agresor sienta lo que se siente ser agredido, pero en realidad es una decisión personal hacerlo o no. Tal vez nos exige más trabajo contestar de una manera tajante, poniendo límites y no permitiendo la agresión que hacerlo en automático sin medir consecuencias y siendo al final, tan victimario como el primero, pero te aseguro que hacer las cosas pensando en ellas en lugar de actuar en automático, hace la gran diferencia.

Cambiar una conducta o una actitud sólo puede suceder cuando la cambiamos desde nuestro interior. Nuestros cambios generan cambios hacia afuera y si dejo de responder con agresión, al menos será el comienzo y aquél que recibiría esa agresión podrá recibir algo diferente y, por lo tanto, reaccionar también de manera diferente. Decídete, intenta hacer las cosas de manera diferente para obtener resultados diferentes.

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