Cuando hablamos de nuestras diferentes reacciones ante las circunstancias que se nos presentan en lo cotidiano básicamente observamos dos tipos de respuesta: por un lado, la pasividad que coloca a una persona en una situación en la que es recipiente de cualquier tipo de agresiones a las que prefiere no responder o no enfrentar como un mecanismo de defensa, aunque insuficiente, para evitar el conflicto. En el otro extremo, encontramos las respuestas tan agresivas u ofensivas como la recibida originalmente y que únicamente dan como resultado un círculo nada virtuoso en el que únicamente se logra la retroalimentación infinita de la mala comunicación.
Pensarse en una forma distinta a las anteriores puede resultar difícil en un contexto en el que no contamos con las habilidades sociales mínimas para lograrlo pues, por lo general, éstas no se enseñan oportunamente en las aulas de clase o en el comedor familiar.
Debemos comenzar por cambiar ciertos patrones como por ejemplo, el hecho de pensar que hablar de lo que sentimos no es apropiado pues, por el contrario, expresarlo nos ubica frente a los demás en una posición en la que nos dejamos ver tal y como somos. Lo más importante es que tú sepas cuáles son tus limitaciones y tus alcances.
Valorar nuestra autoestima no debe representar objetivos inalcanzables, esto es que, darnos a respetar debe ser lo mismo frente al desconsiderado que en la calle aprovecha la oportunidad para meterse en la fila de las compras que con tu cónyuge cuando no quieres hacer algo que a ti no te corresponde. Decir “NO”, contrario a lo que puede pensarse, no aleja a las personas de ti; lo que las personas observan en tu respuesta, es que eres una persona que pone límites y los respeta.
La asertividad no es una varita mágica que cambiará tu entorno o a la gente que te rodea. Es un proceso mediante el cual se van desarrollando actitudes personales adecuadas, alejadas de los extremos pasivo y agresivo que sin embargo, te proporcionan un ambiente diferente en el que poco a poco se va reemplazando el lenguaje de control (grosero, agresivo o chantajista), por uno empático y respetuoso.
En una situación en la que te parece que lo que está sucediendo no es correcto porque te ofende o te molesta ubica lo que sucede; cómo te hace sentir esta situación, qué esperas que cambie, qué propones y, considera también escuchar lo que la otra persona tiene que decir.
“No. Yo no voy a hacer lo que me pides porque no me corresponde; además, me hace sentir mal que no me tomes en cuenta para decidir. Platiquemos juntos y busquemos soluciones”.
Siempre existe un modo adecuado para expresar los mensajes y es necesario pensar antes de actuar para no dar lugar a respuestas que en otro momento nos hicieran sentir culpa o arrepentimiento por no haber actuado correctamente.
Analiza aquellas circunstancias en las que te es más fácil comunicarte: con qué personas sí puedes hacerlo y con quiénes te resulta complicado o imposible y trata de repetir lo que sí te funciona. Seguramente necesitarás realizar varios intentos antes de convertirte en una persona asertiva tanto con tu familia como con los demás pero no es imposible, no te des por vencida. Recuerda que en la medida en la que te percibes diferente, con más seguridad y más fuerza, los demás también lo harán.
miércoles, 23 de diciembre de 2009
Asertividad: Ni muy muy, ni tan tan…
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