jueves, 2 de diciembre de 2010

martes, 29 de junio de 2010

Hombres cambiando el rumbo

La violencia contra las mujeres no es normal. No es una situación provocada por ellas pero sí es un proceso que muchas veces encuentra sus raíces en la niñez.
Es desafortunadamente común educar a los varones con ideas e imágenes violentas y agresivas considerándolas parte de su “naturaleza”, pero se trata de una equivocada percepción de la violencia como una herramienta para defenderse; o para ser “hombrecitos”, “machines” que aguanten y sean más fuertes o más rudos que los otros pues se vive como falta de carácter que un niño no reaccione cuando un compañerito de banca le ha dado un golpe o un empujón, recibiendo, además y generalmente, el regaño parental por su falta de “carácter”.
Poco a poco, hombres y mujeres asumimos que nuestra condición masculina o femenina representa una forma específica de comportamiento: agredir/aguantar, violentar/aceptar. Entonces, desde la infancia, las relaciones que establecemos con los demás son relaciones basadas en el poder o la sumisión. Ya en la adolescencia o la juventud encontramos con frecuencia alarmante la presencia de la violencia como un componente parasitario y letal en las relaciones, así como un medio para establecerlas, controlarlas y manipularlas. Durante el matrimonio, lejos de disminuir, la violencia psicológica revela además otras manifestaciones: física, emocional, económica y/o sexual con desenlaces fatales.
A veces, por falta de adecuados recursos emocionales, baja autoestima, pobre o inexistente control de impulsos o baja tolerancia a la frustración, aquellos niños a quienes se les enseñó la violencia como instrumento de defensa son hombres que la utilizan como instrumento cotidiano frente a las situaciones que escapan a su control o que les despiertan miedo o inseguridad.
El rol del hombre fuerte, proveedor dificulta a su vez una condición en que pudieran pedir ayuda para detener lo que parece una cadena interminable. Sin embargo, existe siempre la opción al cambio.
Sensibilizarnos con respecto a la violencia y su anormalidad es un buen inicio. Reconocer que se tiene un problema, ya sea porque se ejerce o se sufre, es el primer paso para detenerlo y resolverlo; para desaprender lo aprendido y establecer una comunicación diferente.
Reflexiona acerca de tu forma de relacionarte con los demás. Evita repetir aquello que a lo largo de tu vida ha significado daño contra ti o contra otros. Responsabilízate de tus acciones u omisiones y cambia lo que sea necesario cambiar. Tu vida es valiosa por el simple hecho de existir, recupera tu propio lugar fuera de los roles establecidos, y escoge aquél que te convierta en una mejor persona.

martes, 15 de junio de 2010

Hombres apoyando hoy


Seguramente has escuchado lo felices y afortunadas que se sienten algunas mujeres porque el hombre a su lado las apoya en las labores del hogar: …”me ayuda a barrer para que no se me haga tan pesado…”, o porque les permiten superarse: “el chiste es que no descuide la casa pero yo puedo  estudiar o trabajar o cuidar a los niños…”. Estas parejas, si bien parece que empezaran a cambiar algunos patrones, se encuentran todavía muy lejos de una relación en igualdad.
 Una relación en equidad no da lugar al control ni a la manipulación, “permitir” o “apoyar” son posiciones donde quien ostenta el poder hace gala de su benevolencia para “ayudar”.
Construir en pareja es recorrer el mismo camino hacia una meta en común: crecer, desarrollarse y fincar distribuyendo las tareas y convencidos de que ambos son solidarios en  la relación y las responsabilidades así como también participantes de  los mismos derechos.
Sabemos que cambiar una ideología, una costumbre o una forma de vivir, no es únicamente cuestión de levantarse un día y decir “hoy voy a ser diferente”. Para cambiar es necesario estar convencidos de lo que deseamos realmente con ese cambio y tener muy claro lo que se desea alcanzar. Dejar la comodidad del rol establecido da miedo por la mirada de la familia o de los amigos que aún no se plantean “la otra forma de vivir”, pero a través de experimentar la satisfacción por los cambios logrados y de la fortaleza que se adquiere con la alianza, este cambio se convertirá en una constante gratificación por vivir en congruencia con la vida en pareja.
La estima de una persona radica en los logros que tiene frente a sí mism@ y el reconocimiento de sus debilidades para enfrentarlas y modificarlas. Lograr un hogar es tarea de todos los que en él se desarrollan y no puede depender de las tareas de una o de las responsabilidades de otro, sino del amor que se le dedica a las faenas en beneficio de todos. Apoyar en el hogar es mucho más que permitir o ayudar, es vivir en pareja y compartir parejo.